Pensadlo: ser poeta no es decirse a sí mismo.
Es asumir la pena de todo lo existente,
es hablar por los otros, es cargar con el peso
mortal de lo no dicho, contar años por siglos,
ser cualquiera o ser nadie, ser la voz ambulante
que recorre los limbos procurando poblarlos.

Pasa y sigue (1952), Gabriel Celaya

domingo, 6 de abril de 2014

Los juegos del hambre



Medio mundo suplicando comida, medio mundo multiplicando comida en su estómago de forma desmedida. Medio mundo salivando, medio mundo vomitando. Falta comida, sobra comida. Decesos por malnutrición, excesos cometidos con el fin de ganar una competición. Presos del hambre, presos de la obesidad. Famélicos a los que les atracan y les birlan el escaso plato de la mesa. Seres gruesos que se atracan de hamburguesas. ¿La comida es alimento o la protagonista de nuevas formas de entretenimiento? ¿La comida es el recurso mínimo para sostener el curso de la vida?, ¿o acaso la comida es ya un pretexto para organizar concursos? Los juegos del hambre: no es solamente el título de uno de los últimos best sellers de la industria literaria; es, mal que no pese, nuestro pan de cada día. 


 

Antípodas  


            Luce muy bien la alimentación bajo la máscara del derecho básico, aunque algunos el sendero que conduce al derecho lo tengan torcido.

            Los hay que degustan manjares o seleccionan el plato más suculento del menú. Otros mastican la enajenación de un apetito que nunca se calma. La nutrición muestra dos caras que se oponen diametralmente.

            Ryan aceleraba su metabolismo para descomponer y asimilar el excedente de comida. Emmanuel fraccionaba cada digestión en cinco o seis digestiones para engañar al estómago.

            A Ryan se le marcaban los michelines con una camiseta puesta. A Emmanuel se le marcaban las costillas.

            Emmanuel quería no fallecer de inanición. Ryan quería revalidar su título de ganador.

            Emmanuel vivía en Haití; Ryan, en el estado de Florida. Y aunque la distancia entre Puerto Príncipe y Miami no fuera mayor de mil doscientos kilómetros, Emmanuel había de conformarse con un cuenco de arroz a la semana, mientras que a Ryan le cronometraban para determinar cuántos minutos tardaba en engullir ochenta perritos calientes.

5 comentarios:

  1. Las grandes contradicciones del mundo y tan actuales como históricas se mantienen vivas. Buena reflexión y buena narración. Saludos

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  2. Unos no tienen para comer y otros padecen enfermedades (diabetes, hipertensión, colesterol, ácido úrico, obesidad) por causa de la comida. Un mundo desquiciado y desquiciante. No hay quien nos entienda.
    Un saludo.

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  3. Es la polaridad, la dualidad de un mundo enfermo. la dualidad deuda-beneficio, sobre cuyos sagrados fundamentos descansa el capitalismo

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  4. Un sistema de prepotente absolutismo en el que la desmesura por el morbo, la competitividad extrema y el consumo, deja de lado el humanismo para convertirnos en elementales y manipulables seres al servicio del avivado mercadeo y los poderes neoliberales…!!
    Salud fuerza y lucha.
    J.M. Ojeda.

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  5. Lo que falta en casa de los pobres es precisamente lo que sobra en casa de los ricos.

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