Pensadlo: ser poeta no es decirse a sí mismo.
Es asumir la pena de todo lo existente,
es hablar por los otros, es cargar con el peso
mortal de lo no dicho, contar años por siglos,
ser cualquiera o ser nadie, ser la voz ambulante
que recorre los limbos procurando poblarlos.

Pasa y sigue (1952), Gabriel Celaya

jueves, 7 de noviembre de 2013

Los números enmascaran


 
Vivimos tiempos en los que, paradójicamente, los números tienen la última palabra. Pero los números cuentan lo que les interesa. Callan más de lo que dicen y ocultan más de lo que enseñan. Los expertos que los manejan e interpretan los tienen bien amaestrados. La estadística, disciplina que pretende medir el abanico infinito de las actividades humanas, es el disolvente que finge disminuir la concentración de la desigualdad y el maquillaje que tapa las arrugas de las caras avejentadas por el dolor y la derrota.

 Me gustaría inaugurar este blog, que nace con el propósito de dar a conocer mis creaciones literarias, compartiendo uno de los textos que componen El sentido disidente de la fábula. 

 

Estadística 

 

            Stalin dijo: «Una muerte es una tragedia. Un millón de muertes es pura estadística».

            La estadística está para eso: para aniquilar las particularidades, para diluir los rostros en las cantidades. También se encarga de engañar a los números y desperdigarlos. Tiene el monopolio del promedio: el disfraz que mejor disimula que la fortuna se arrima al sol que más calienta y que los males tienen por costumbre cebarse con los mismos.

            Donde hay desigualdad, la estadística iguala.

            Donde hay descompensaciones y desequilibrios, la estadística manipula la balanza.

            Donde hay agravios y atropellos, la estadística borra las pruebas.

            No es que la estadística se olvide de las injusticias. Más bien, todo lo contrario. Su deber pasa por vacunarnos y hacernos inmunes a ellas.

            Por algo la estadística responde al nombre de ciencia del Estado. 
 

 

 

           

Eduardo Galeano, maestro al que admiro profundamente y cuyas reflexiones rescataré con frecuencia, escribió: «En economía, lo que parece nunca es. La buena suerte de los números tiene poco o nada que ver con la dicha de la gente. Supongamos que existe un país de dos habitantes. El ingreso per cápita de ese país, supongamos, es de 4.000 dólares. Ese país no estaría, a primera vista, nada mal. Pero resulta que en realidad uno de los dos habitantes recibe 8.000 dólares y el otro, nada. Y ese otro bien podría preguntar a los entendidos en las ocultas ciencias de la Economía: “¿Dónde puedo cobrar mi ingreso per cápita? ¿En qué caja lo pagan?”».

Eduardo Galeano, Ser como ellos y otros artículos

2 comentarios:

  1. Enhorabuena por LA VOZ AMBULANTE, nueva ventana a la realidad que nos acoge o nos aniquila, y ante la que no podemos quedarnos impasibles. Un abrazo.

    Antonio Capilla
    http://lavozquenadieapaga.blogspot.com.es/

    ResponderEliminar
  2. Me gusta este formato de comentar algo de actualidad y luego crear la reflexión a partir de procedimientos literarios. Bienvenido al mundo de los blogs.

    ResponderEliminar